Conrad y Kafka. Cien años de influencia en la literatura en español
El escritor mexicano y director del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque Jorge Volpi y el también escritor y traductor colombiano Jorge Gabriel Vásquez participaron en la pasada edición del Festival Eñe, que giró en torno al asedio que sufre la democracia en todo el mundo. En este coloquio, los dos novelistas se interrogan mutuamente sobre lo que ha supuesto para su literatura y la literatura latinoamericana en su conjunto el influjo de esos dos maestros del siglo xx que denunciaron en sus obras cualquier forma de poder.
Conversación Juan Gabriel Vásquez y Jorge Volpi
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
Jorge, acabas de publicar La invención de todas las cosas, un ensayo exhaustivo sobre la historia de la ficción y el lugar que esta ocupa en nuestras vidas. El libro está cruzado por episodios que has inventado de un diálogo ficticio entre dos personajes relacionados con Franz Kafka. ¿Cuál es la importancia de Kafka en tu vida de lector y por qué decidiste convertirlo en una suerte de maestro de ceremonias de tu ensayo?
JORGE VOLPI
No me parecía lógico que una historia de la ficción, que trato desde sus orígenes hasta nuestros días, no incluyera momentos de ficción. Para esos momentos, que son diálogos intercalados entre los capítulos, me pareció interesante recuperar a dos personajes kafkianos, Felice y el Bicho, que forman parte de dos acontecimientos muy precisos en la vida de Kafka.
Kafka solía a quedarse mucho tiempo en la cama retozando, pensando, escribiendo cartas y dándole vueltas a sus frustraciones: ser o no ser escritor, casarse o no casarse, enfrentarse o no al padre… Un domingo de septiembre de 1912, se despierta y escribe de un tirón «La condena», el texto que lo convierte en escritor. En sus escritos anteriores, se vislumbra algún destello memorable, pero el instante que hace de él un escritor es cuando, tras despertar de un sueño, escribe ese relato. Después, le cuenta en una carta a Felice Bauer, con la que había empezado a salir unas semanas atrás, que está feliz porque, por fin, ha terminado un relato largo y está convencido de que lo convertirá en escritor. Al poco tiempo, vuelve a tener un sueño intranquilo del que despierta muy agitado. Es entonces cuando se le ocurre la idea de que, después de un sueño inquieto, alguien despierta en su cama y se ve transformado en un horrible bicho; esta vez no escribirá la historia de un tirón, sino a lo largo de los diez días siguientes. De nuevo, lo primero que hará será escribirle otra carta a Felice en la que le cuenta la idea. Estos dos momentos de la vida de Kafka son clave para explicar cómo la ficción convierte a alguien en otra persona y cómo une a Kafka con Felice, con la que mantenía una relación más epistolar que presencial y, por tanto, más ficticia que real. También cómo ese sueño acaba siendo La transformación, protagonizada por ese bicho casi cuántico, en el sentido de que es a la vez metafórico y realista. A partir de entonces, Kafka se convierte en el gran escritor que homenajeamos aquí.
Juan Gabriel, tú conoces muy bien a Jospeh Conrad. Además de haberlo traducido, es la inspiración central de una de tus novelas [Historia secreta de Costaguana, Alfaguara, 2007]. ¿Cómo este polaco llega a ser uno de los mejores escritores en lengua inglesa? Y ¿cómo se convierte en una figura central en tu obra?
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
Como novelista, Conrad es absolutamente impredecible. Nació en Berdichev, una pequeña ciudad de Ucrania que entonces pertenecía a Polonia, dentro de una familia aristócrata y culta; su padre fue traductor de Shakespeare y Víctor Hugo. A pesar de que Berdichev quedaba muy lejos de cualquier mar u océano, por una razón inconsciente, Conrad decide ser marinero. Con esa intención, se traslada a Francia, donde ingresa en la Marina. Su único objetivo era ser capitán de la Marina mercante inglesa. Esa será su gran obsesión, hasta que, a los veintinueve años, después de un largo proceso, obtiene la nacionalidad británica y consigue su propósito.
Amante de la literatura francesa, lengua que estudió de niño con una institutriz, siempre ha llevado una vida paralela de lector hasta que, como cuenta muy bien en sus memorias, comienza a escribir una novela. Acaba de terminar una capitanía y se encuentra en puerto, a la espera de su siguiente trabajo. Un día, después de desayunar, siguiendo un impulso inexplicable, aparta la bandeja del desayuno, saca unas cuartillas y empieza a escribir una historia en inglés, su tercera lengua, que aprendió al comienzo de la vida adulta. A partir de entonces, no hay vuelta atrás. A aquella novela, Una avanzada del progreso, le siguieron otras como La locura de Almayer (1895) o El negro del «Narcissus». Una historia del mar (1897), con la que obtiene un cierto éxito. Después escribirá un texto inesperado, basado en unos viajes que había hecho al final de su vida de marino por lo que entonces era el Congo belga. Me refiero a El corazón de las tinieblas (1899), una novela corta con la que se convierte en ese escritor que marca la literatura del siglo xx, también la latinoamericana.
El corazón de las tinieblas me rescató en un momento difícil, cuando, con poco menos de treinta años, había entendido que el único tema que me interesaba tratar era mi país, cuya historia, sin embargo, no entendía, pues estaba llena de misterios, secretos, mentiras y medias verdades, y sentía que no tenía derecho a escribir sobre él. La novela de Conrad cuenta un viaje a lo desconocido; es una investigación dentro de un territorio que aún no había sido cartografiado por los europeos, lo que me sugirió la idea de que, para escribir ficción, la ignorancia, el desconocimiento y la oscuridad no son obstáculos, sino que esa es justamente la razón por la que escribimos: al igual que ese marinero penetra en el corazón de lo oscuro, escribimos para averiguar qué hay allí.
El escritor mexicano Gabriel Zaid dijo algo ingeniosísimo sobre Kafka: «Si Kafka fuera mexicano, escribiría literatura costumbrista». ¿Cuál es la presencia de Kafka en tu literatura mexicana y en la literatura latinoamericana en su conjunto?
JORGE VOLPI
«La condena», ese primer relato que hace Kafka a Kafka, lo traduce por primera vez al español en México un poeta vanguardista, de origen guatemalteco, llamado Arqueles Vela (1899-1974).Más tarde, la primera traducción de La metamorfosis, título de la primera traducción al español y que ahora se traduce como La transformación, aparece publicada en España en Revista de Occidente. Hubo un tiempo en que se pensaba que era de Borges, quien, en algún momento, insinúa que la traducción es suya para luego desmentirlo, lo que es un juego kafkiano y borgiano al mismo tiempo. En cualquier caso, esa será la traducción emblemática de esa obra, que tendrá una influencia directa en García Márquez. En una entrevista con el periodista y crítico literario Dasso Saldívar, García Márquez cuenta que se hace escritor por los relatos que le contaba su abuela, donde lo fantástico y lo real convivían sin ninguna sorpresa, como en Kafka, algo que le quedará grabado para siempre.
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
García Márquez contaba que, siendo un joven estudiante de Derecho, se preguntaba cómo llegar a ser escritor. Él había crecido con novelistas de nuestra lengua, de nuestra tradición, como Galdós o Emilia Pardo Bazán, en cuyas obras no encontraba nada. De repente, le llegó ese libro de Kafka, se acostó en su cama de estudiante, abrió la primera página y leyó: «Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó para descubrirse convertido en un espantoso insecto». Y dijo García Márquez: «Carajo, así hablaba la abuela». JORGE VOLPI Abuela que, por cierto, era gallega… Volviendo a la presencia de Kafka en la literatura latinoamericana, yo nací en México, en la época del PRI hegemónico. Frente a nuestra realidad, siempre utilizábamos el adjetivo «kafkiano» como un equivalente de «surrealista». Una de las cosas extraordinarias que solo le pasan a un clásico es convertir su apellido en algo que, probablemente, no tiene nada que ver con lo que escribe, pero que define cierto componente de lo real siendo fantástico. En la época del PRI hegemónico, vivíamos con la sensación de estar bajo esa maquinaria que Kafka describe con precisión, primero en el relato «En la colonia penitenciaria», después en El proceso, El castillo y El desaparecido, que se tradujo en español como América, título que, equivocadamente, le puso Max Brod.
Al igual que Kafka, estudié Derecho. Durante esos años de estudiante universitario, El proceso se convirtió en uno de mis libros de cabecera. Me hizo descubrir que el sistema de justicia mexicano no era muy distinto de lo que describe el libro: por un lado, parecía que había leyes, pero al mismo tiempo nadie las cumplía. En la época del PRI hegemónico, y hasta el día de hoy, en México era perfectamente posible ser acusado de un crimen que no has cometido sin que sepas por qué ni quién te acusa.
Lo kafkiano prefigura el nazismo o el fascismo. Kafka muere en 1924, no le toca presenciar directamente los horrores que van a llevar a sus tres hermanas a un campo de concentración, pero los prefigura en esa sensación de angustia existencial frente a un poder arbitrario, que es una transposición del poder arbitrario de su padre sobre él, como queda claro en Carta al padre. Lo que describe prefigura los regímenes totalitarios o ese otro mundo neoliberal, donde el trabajador está sometido a una constante carga que le impide hacer lo que quiere, que es la sensación que experimentaba Kafka como agente de seguros: por un lado, lo destroza la maquinaria política, por otro, la maquinaria económica.
Conrad y Kafka parecerían dos personajes muy distintos: un navegante y un abogado empleado en una compañía de seguros; un hombre de aventura y otro que representa lo contrario. Sin embargo, los dos portan la tradición de Europa del Este y parecen ejemplificar la angustia existencial que cristaliza en las primeras décadas del siglo xx.
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
También comparten el hecho de venir de mundos donde están a caballo entre dos culturas. Conrad abandonó Polonia y su origen aristocrático muy pronto, vivió en diferentes países y desarrolló una carrera como escritor en una lengua que no era la suya. Kafka tampoco escribía en checo, su lengua materna, sino que eligió el alemán como lengua literaria. Ninguno de los dos se encontró a gusto donde estaba; eran hombres de otra parte. En el caso de Kakfa, además era judío. Conrad lo resolvió yéndose de su país, y Kafka, quedándose.
Ambos poseen una suerte de talento profético. Las novelas de Kafka profetizaron lo que estaba por venir, ya sea el totalitarismo o el neoliberalismo. En otro sentido, también son proféticas las obras de Conrad por la clarividencia con la que vieron el siglo xx. El corazón de las tinieblas es una profecía de nuestro mundo colonialista y violento, con el que convivimos durante más de sesenta años en el siglo pasado. También lo es El agente secreto, donde unos terroristas ponen una bomba para atentar contra la sociedad como concepto. El autor intelectual del atentado, un personaje temible, dice: «Vamos a atentar contra un edificio». Escogen el Real Observatorio de Greenwich, en Londres, que puede considerarse un símbolo del progreso científico, algo prioritario para la burguesía inglesa del momento. Los terroristas piensan que ese tipo de atentado causará más daño que atentar contra una persona. Es muy difícil no leer el argumento de esta novela, publicada en 1907, a la luz de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
JORGE VOLPI
En el caso de Kafka, es impresionante que alguien que no se siente a gusto, particularmente en el seno de su familia, construya prácticamente toda su literatura sobre las relaciones familiares. Por más que la situación del momento sea compleja –el imperio austrohúngaro, en el que nace, se ha desmoronado, y su país, Checoslovaquia, apenas comienza su andadura–, la opresión que siente es respecto a la autoridad paterna, sobre todo a la manera de cómo German, el padre, va a tratar a la madre y a las hermanas. Ese núcleo familiar, que lo mantiene angustiado permanentemente, lo enlaza con el psicoanálisis, otra gran ficción del siglo xx, de otro judío, nacido en la misma zona –Freud nace en Freiberg, Moravia–, que se convierte en el gran dispositivo metafórico de lo que significa la autoridad ilegítima y estar sometido a reglas que nunca se cumplen o que lo hacen de manera arbitraria. En cambio, ¿la vida familiar de Conrad tiene que ver con su literatura?
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
Sí, pero en un sentido indirecto. Tiene también que ver con el trauma de la autoridad ilegítima. La de Conrad era una familia de aristócratas nacionalistas polacos, que lucharon contra el imperio ruso, que había invadido varias veces Polonia a lo largo de los siglos. Sus familiares fueron encarcelados o bien se exiliaron. La madre y el padre murieron muy tempranamente, y Conrad quedó huérfano a los doce años. Desde entonces, mantuvo un profundo desprecio hacia los imperialismos y hacia toda forma de poder político ilegítimo. De ahí viene la lectura del colonialismo que hace en El corazón de las tinieblas, un libro conflictivo, que ha cambiado de lectura con el tiempo y que fue acusado de racista por el escritor nigeriano Chinua Achebe (1930-2013) en los años setenta. Lo cierto es que la novela muestra la visión del hombre blanco europeo, con sus sesgos, sus puntos ciegos. Aun así, es una condena del colonialismo, de la explotación del hombre por el hombre, sobre todo en sociedades como las africanas, explotadas por los europeos. Todo el libro está traspasado por ese repudio que Conrad sentía hacia los países fuertes que se dedican a explorar el mundo de los exiliados que produjo la Revolución rusa. En Lord Jim (1900) cuenta la historia de un capitán que cae en desgracia después de huir de su barco, que se está hundiendo; una historia que se relaciona con su condición de víctima del imperialismo.
JORGE VOLPI
Esta edición de Eñe habla de la democracia como centro. Sin embargo, no parece que la democracia fuese el centro de la escritura de ninguno de ambos. Incluso se podría hablar de un cierto escepticismo general hacia cualquier forma de poder, incluso el poder legítimo y democrático. Esa sensación de incapacidad del individuo a la hora de escapar de la maquinaria de opresión es lo que vuelve profundamente actual a Kafka, y probablemente también a Conrad, en una época tan opresiva como la que vivimos, en la que la democracia está amenazada. Leer a Kafka rara vez va a generar una sensación de esperanza o de luz, sino más bien una sensación de frustración ante la incapacidad de destruir esa enorme maquinaria de poder, representada por el Estado, por la familia o por el padre, que está por encima de los individuos.
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
La lectura de Kafka es un escenario bañado en tonos oscuros, profundamente pesimista. Sin embargo, en sus diarios él cuenta que les leía a sus hermanas lo que iba completando y que ellas y él se reían a carcajadas. Al leer El proceso no se tienen muchas ganas de reír, pero, de vez en cuando, hay situaciones tan absurdas que te sacan una sonrisa, y entiendes que su literatura está bañada con un humor negro que todo lo corroe.
JORGE VOLPI
Ese humor entre judío y centroeuropeo, que permea a muchos escritores de la Europa del Este, hace que pueda congelársete la sonrisa frente al cúmulo de desgracias que le ocurren al personaje. Es un humor con un componente del chiste freudiano o de Charlot, que provoca la risa aun siendo profundamente trágico lo que cuenta. Tampoco te ríes mucho en El corazón de las tinieblas…
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
Conrad era un autor bastante solemne. No hay un humor explícito en sus obras. En mi opinión, se debe a que no escribía en su lengua materna. El humor es más fácil que salga si escribes en tu lengua. Virginia Woolf decía de la escritura de Conrad que le parecía comparable a lo que debía de sentir Helena de Troya cuando se miraba al espejo: era imposible que hiciera un gesto sin que se viera tremendamente bella. En Conrad, también en El corazón de las tinieblas, que supuestamente es el monólogo hablado de un personaje que le cuenta una historia a los demás, cada frase posee una gran eufonía, cada línea tiene conciencia de sí misma.
JORGE VOLPI
Es el reverso de Kafka, que dudaba de cada palabra, de cada frase. Esa es la razón de que quisiera destruir la mayor parte de su obra, aunque luego Max Brod, en palabras de Milan Kundera, «traicionara su testamento» y publicara lo que Kafka le pidió que quemara.
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
Esa petición incluía El proceso y El castillo… ¿Cuál es tu posición al respecto?
JORGE VOLPI
Es interesante verlo desde el punto de vista de Max Brod. Él era un escritor brillante, talentoso, cultísimo, que se topa con un escritor menor, Kafka, en el que descubre desde un primer momento un talento inaudito y se quiere hacer su amigo. Kafka era tímido, no le gustaba demasiado la vida social, mientras que Brod era exactamente lo opuesto. Él es el personaje interesante de esta historia y, al mismo tiempo, quien impulsa a Kafka: es Brod quien le dice que mande sus textos a las revistas, quien le consigue editorial para los pocos textos que publica en vida, quien soporta su angustia existencial y recibe las cartas en las que Kafka le comparte sus dudas acerca de la escritura, el matrimonio, el viajar o no a Berlín… Kafka muere en 1924 y a Brod le queda todo su material literario. ¿Cómo no la va a publicar?
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
El dramaturgo inglés Alan Bennet escribió, con un gran sentido del humor, una obra de teatro [Kafka’s Dick, 1986], sobre esa petición que Kafka le hace a Max Brod antes de morir. Aparece el fantasma de Kafka diciendo que quiere que Brod queme sus manuscritos, aunque, si le obedece, no tendrá el privilegio de que los quemen los nazis, lo que le hará perder prestigio como autor.
JORGE VOLPI
Brod sentía, por un lado, admiración hacia Kafka, pero también cierta envidia frente a ese prodigio literario, y no cumple la encomienda de su amigo. Quien sí la cumplirá será su amante, Dora Diamant, a la que Kafka quería muchísimo. Ella sí quemó todos los textos que él le había mandado. Juan Gabriel, tú que también has querido destruir tus primeras novelas, decide bien a quién vas a dar esa tarea ingrata. Debes pedírselo a un amigo que sepas que te va a desobedecer.

Juan Gabriel Vásquez y Jorge Volpi durante la conversación que mantuvieron en el Festival Eñe. Foto Miguel Balbuena
CICLO DE CONFERENCIAS
17.10.24 > 28.11.24
PARTICIPAN THOMAS ANZ • IGNACIO ECHEVARRÍA • CARLOS FORTEA • CARMEN GÓMEZ GARCÍA • ISABEL HERNÁNDEZ • ADAN KOVACSICS • LINDA MAEDING • ELISA MARTÍNEZ SALAZAR • SARA MESA • MANFRED MÜLLER • PAZ OLIVARES • VÁCLAV PETRBOK • ESTHER RAMÓN • MIGUEL SÁENZ • DAVID SÁNCHEZ USANOS • MARISA SIGUÁN
ORGANIZAN GOETHE INSTITUT • FORO CULTURAL DE AUSTRIA • CENTRO CHECO EN MADRID • EMBAJADA ALEMANA • ASOCIACIÓN MADRILEÑA DE GERMANISTAS • INSTITUTO UNIVERSITARIO DE LENGUAS MODERNAS Y TRADUCTORES (IULMYT) • CÍRCULO DE BELLAS ARTES
COLABORA GALAXIA GUTENBERG
CICLO DE PELÍCULAS «KAFKA VA AL CINE»
23.10.24 > 25.10.24
PROYECCIÓN UN VIAJE EN TRANVÍA POR PRAGA (JAN KŘÍENECKÝ) • KAFKA VA AL CINE (HANNS ZISCHLER) • DADDY LONG LEGS (MARSHALL NEILAN)
PARTICIPAN SANTIAGO RUBÍN DE CELIS • HANNS ZISCHLER
ORGANIZA CÍRCULO DE BELLAS ARTES
COLABORA GOETHE INSTITUT